¡Buenos días, queridos seguidores!
Como ya habéis ido comprobando desde que
dimos a luz este blog, hemos tratado diferentes áreas relacionadas con el mundo
del teatro: desde análisis de obras, pasando por presentaros cuatro pinceladas
acerca de algunos directores, hasta entrevistas a personalidades harto
conocidas por quienes están a la última en estos lares, u otras más cercanas a
nosotros y que os hayan podido resultar igual de inspiradoras.
El curso pasado, los alumnos de la UIB matriculados
en la asignatura Literatura Española Contemporánea: Fin de Siglo tuvimos
el placer de tener como profesor al crítico literario Josep María Nadal Suau.
Así, cuando decidimos emprender este proyecto, pensamos que sería buena idea
ponernos en contacto con él, tomar un café y que nos diera a conocer las
perspectivas que baraja la crítica y comentar el panorama teatral que está
viviendo Mallorca actualmente. Él no nos puso ninguna pega, y nos regaló su
colaboración.
Hoy, después de tanta espera y trabajo para
poder aunar todo lo que da de sí un café, os presentamos el coloquio, más bien
lección, que nos ofreció Josep.
¡Esperamos que la disfrutéis!
Josep Maria Nadal Suau (Palma, 1980) lleva
ejerciendo crítica literaria desde, podríamos decir –según sus palabras en un
encuentro digital en El Mundo –, muy
temprana edad. La constancia, dedicación e ilusión que le llevaban a hacer, por
ejemplo, una crítica de Basil el ratón
superdetective a los siete años, le siguen acompañando, como no es de
extrañar, a día de hoy. Y es por ello, la curiosidad inocente – o no tanto– de
un niño pequeño, llevada al esfuerzo, estudio y trabajo diario, que se ha
situado entre los grandes comentaristas de la cultura hispanohablante.
En primer lugar, Nadal Suau nos explicó cuál
ha sido su relación con el teatro. Esta empieza, como parte importante de la
cultura, desde temprana edad cuando sus padres, por ejemplo, le llevaban a ver
una pieza teatral. Espectador desde siempre, se considera un amateur de este mundo. Ha participado en
teatro escolar y en las categorías alevines del Teatro Municipal. Incluso,
siendo niño formó parte de una representación profesional en el Teatro
Principal de Els Sordomuts, un texto
del dramaturgo mallorquín Antoni Mus. Siendo mayor, interpretó obras como Las brujas de Salem de Arthur Miller o Ha llegado un inspector de J. B.
Priestley. Durante los años 1999 y 2000 dirigió un taller escolar en su
colegio, Nuestra Señora de Montesión, junto con José Albal; representaron obras
tan importantes como Las bicicletas son
para el verano o La cantante calva.
A pesar de contar con un importante conocimiento del mundo de las bambalinas,
el trabajo de crítico lo ha enfocado a los géneros de novela y, en menor
medida, de ensayo. Si bien es cierto que tiene experiencia como crítico
cultural, y que en su blog "Nunca pasa nada", albergado en la web de El Mundo,
tuvo la oportunidad de prestar atención a la cartelera de la isla entre 2011 y
2012; y actualmente, en su columna semanal "No prometo nada" para El mundo-Baleares, se detiene también a
hablar de teatro, por ejemplo sobre una producción propia del Teatro Principal
de Palma, La maledicció (La maldición) dirigida por Lluqui
Herrero.
Una vez adentrados en el ‘tablao', le
preguntamos a Josep cómo empezó en el mundo de la crítica. Nos lo cuenta así:
“Cuando
estudiaba el último año de Filología Hispánica en la Universitat de Barcelona, preparé
un trabajo sobre los Dietarios de José Carlos Llop. Llop era un autor cuya
lectura me había formado mucho literariamente en una edad temprana, y siempre
compartí algunas referencias sentimentales con él porque habíamos estudiado en
el mismo colegio (recreado en su novela El
informe Stein) y éramos de la misma ciudad, aunque nos separen veinticuatro
años. Durante mucho tiempo, José Carlos había sido para mí la confirmación
física de que los escritores existen, porque me lo encontraba por las calles de
Palma sin que nadie nos hubiera presentado. Así que el trabajo fue una buena
excusa para ponerme en contacto con él por primera vez, y a partir de ahí se ha
forjado una relación de amistad y muchísimo respeto. Cuando en 2003 regresé a
Mallorca, fue Llop quien confió en mí y propuso mi nombre como posible
colaborador al periodista Carlos Garrido, que entonces coordinaba el suplemento
cultural Bellver de Diario de
Mallorca. Carlos, que ha acabado siendo otro gran amigo (él y Llop son algo así
como mis padres putativos), se hizo de rogar durante unos meses, pero al final
me llamó para pedirme que le enviara algún texto. Así lo hice: lo que yo
pudiera tener escrito en ese momento tenía que ser de una pedantería increíble,
porque era un chaval de veintitrés años con ganas de exhibir cuánto había
leído. Y yo que conozco a Carlos, sé que debió reírse un poco de mí. Pero en
fin, hicimos un café, me dio algunos consejos (“ponte la foto de un jubilado
delante cuando escribas, ¡recuerda quién lee los periódicos!”), y finalmente me
‘fichó’ para Bellver, donde escribí
los cinco o seis años siguientes.
A continuación, nos explicó diferentes
conceptos en torno a una pregunta clave: "¿Cómo
se ejerce la crítica y qué sentido tiene?".
"En esta cuestión, todo
nace y acaba con la misma pregunta: realmente, ¿quién soy yo para condicionar
la recepción de una obra que ha implicado muchas horas de trabajo a su autor,
si mi opinión es sólo una más? ¿Realmente me siento una autoridad? Yo os
confieso que mi condición de autoridad me parece muy relativa, y sin embargo ese
trabajo me entusiasma. Así que al menos intento ofrecer tres constantes en mi
crítica: honestidad, justicia y autoexigencia. Es decir, el lector merece saber
desde dónde escribes, cuál es tu propia forma de entender la literatura o la
cultura, para decidir si la comparte o no. Y ha de tener la tranquilidad de
saber que no mientes, claro. Luego, como crítico no puedes dejar de leer, de
pensar, de prestar atención a un montón de disciplinas diversas. Recuerdo que
Jordi Llovet dijo un día en clase que para ser crítico uno tiene que saber
hasta de meteorología, porque si no se te va a escapar no sé qué matiz de la
descripción que Flaubert hace de las nubes en Ruan. Verdaderamente, donde
radica el talento del crítico es en la capacidad de cruzar conocimientos y
experiencias, es decir, de establecer conexiones entre todo el entramado de sus
conocimientos y encontrar matices que no sean los habituales en la lectura de
una obra. El crítico, en menor o mayor medida, debe mostrar una visión propia
de las exigencias y urgencias de la época. Si me preguntaran qué ha de tener
una reseña para ser ejemplar, diría: un juicio claro sobre la obra (lo cual no
significa que tenga que ser sólo blanco o negro, también caben los grises y
hasta las dudas; lo que no cabe es ocultar tu opinión), al menos una idea
propia que sea digna de tal nombre, y un estilo reconocible".
Otra vertiente de la que nos habló Nadal
Suau es del ámbito donde se realiza la
crítica.
"Ya que vosotros
planteáis un blog desde Mallorca, podemos preguntarnos: ¿hasta qué punto tiene
sentido realizar la crítica para un marco tan reducido? Es decir, en Mallorca
tenemos tres poetas por municipio, si es que ser poeta consiste en publicar
libros de poesía. Pero si un cardiólogo de Lloseta publica un poemario de
paisajes decimonónicos dedicado a su segunda esposa, y es evidente que esa obra
cae en el ámbito del amateurismo, y que su tirada y repercusión son ínfimas,
¿eso merece una recepción crítica? O, ya que hablamos de teatro, ¿manejamos los
mismos criterios de exigencia con un montaje local que con uno venido de Madrid
o Barcelona, o con un presupuesto de otro orden? Son preguntas que tienen que
ver con otra más relevante: ¿cuál es nuestro sistema cultural? Yo no creo que
sea Mallorca, sino una realidad más amplia: catalana, española o europea, como
queráis. Pero Mallorca, en sí misma, es algo diminuto, y a veces aplicarle
según qué herramientas críticas es un poco como observar un átomo con un
telescopio (esta última imagen se la copio a Arcadi Espada de un viejo artículo
suyo). Pero me doy cuenta de que puede parecer que digo cosas que en realidad
no quiero decir. Primero: por supuesto que la cultura hecha en Mallorca da
regularmente productos que merecen una mirada crítica. Segundo: por supuesto
que puede hacerse crítica en Mallorca; decir lo contrario sería como asumir que
no se puede ser ciudadano en Mallorca, porque pensamiento crítico y ciudadanía
van de la mano. A lo que me refiero, simplemente, es a que cuando se hace
crítica en este marco, hay que saber ajustar la escala. En la isla tenemos
tendencia a imaginar que somos un continente, y no lo somos: ni todo lo que
ocurre aquí es valioso, ni lo valioso que ocurre aquí puede entenderse sólo en
clave ‘regional’.
Esto último nos llevó a cuestionarnos: “¿Existen amiguismos?”.
"Bueno, existe la
evidencia de que todos nos conocemos. Si hablamos de Mallorca, esto es tan
evidente que no importa insistir; pero seguramente es cierto también en ámbitos
menos reducidos. Así que, ciertamente, pueden producirse casos de amiguismo u
otras situaciones más ambiguas. Además, en un ámbito tan cercano como el de la
isla, los creadores en el fondo no están esperando que hagas crítica, sino
publicidad. Os cuento un caso gracioso: un crítico y un escritor, ambos
profesores de secundaria, coinciden durante un año en un centro de la isla y
traban amistad. Claro, los dos son lectores, comparten referencias, etc. Bien;
luego se van a otros centros pero siguen teniendo algún contacto, y entonces el
autor publica una novela. “Te la envío para que puedas valorarla”, le dice al
crítico. Y en efecto, ese crítico recibe la novela, la lee… Y le parece
francamente mediocre. ¿Qué hace? ¿Se pelea con su amigo por publicar en un
periódico de provincias una crítica que leerán quince acerca de una novela que
leerán veinte? ¿Una novela que no permite hablar de ningún aspecto realmente
interesante o mínimamente vivo en nuestro mundo y en la discusión literaria
actual? El crítico decide hacer otra cosa: no publicar ninguna reseña. Así no
miente y tampoco le crea un problema al amigo. Pero el novelista no se
conforma, le escribe a menudo, le exige la reseña… Así que el crítico la
escribe, sin mentir, y la publica; y entonces el autor, naturalmente, se coge
un rebote fenomenal y le amenaza diciéndole que ya se volverán a cruzar sus
caminos, ya. En fin…"
En el coloquio, no podía faltar que Josep
nos explicara qué valora él en la obra a
la hora de ejercer la crítica.
"Desde luego, no la
técnica. La técnica es necesaria y cuando falla eso puede llegar a ser un gran
problema para el espectador; pero no es lo realmente nuclear en una obra
artística, en la disciplina que sea. Lo que yo busco en una obra es una cierta
densidad de ideas, por decirlo así. Una conexión exigente y sólida con la
realidad, la intuición de que esa obra está sosteniendo varias capas de sentido
por debajo del ropaje más evidente. Esto no tiene por qué significar pedantería
ni una falsa profundidad, puede hacerse con sencillez; pero tiene que estar.
Luego, hay otra cosa todavía más difícil de nombrar, todavía menos reducible a
una categoría: la emoción. Y en tercer lugar, a mí me gusta reconocer a alguien
detrás de la obra, es decir, a un autor. Y sí, es cierto que en el caso del
teatro la noción de autoría es muy discutible y son varios quienes pueden
reclamarla, pero ese juego es también muy estimulante: ¿en qué elementos
reconozco al dramaturgo, en cuáles al director, etc.? De todas formas, cuando
una obra tiene algo que decir lo reconoces enseguida, porque provoca ganas de
escribir. A veces puede no haberte gustado o gustado a medias, pero si funciona
como un motor potente para tu propia escritura, es que probablemente allí hay
algo que está vivo".
Aprovechamos, a continuación, para preguntarle
si había visto Hamlet Party, que por
aquel entonces era la única función que Bernarda Ñ había presenciado.
"Sí, la vi en Can
Alcover. Y me gustó: me divirtió, simpaticé con su falta de prejuicios al
plantearse como espectáculo, y me pareció que aprovechaba bien el espacio. Eso
sí, y volviendo a lo que decía justo antes: la entiendo como una pieza de Pep
Ramon Cerdà, no de Shakespeare. Hay quien dice que a Shakespeare sólo hay que
verlo en Londres e interpretado por actores veteranos, porque todo lo demás son
sacrilegios. ¡Hombre, no diría tanto! Pero Hamlet
party no es exactamente “un Shakespeare”, sino más bien una apropiación
desinhibida por parte de su director. Lo que me parece bien. Y con todo, diré
que Miquel Àngel Torrens logra ser un buen Hamlet, totalmente convincente, y
que a mí Maria Bauçà me emocionó de verdad con su Ofelia."
Como conclusión nos advirtió de una idea
fundamental, muy importante a tener en cuenta:
"La crítica NUNCA DEBE SER PUBLICIDAD; ni una
crítica positiva puede funcionar como mero marketing de la obra, ni una crítica
negativa ha de servir como publicidad para el propio crítico. Ambas cosas
ocurren demasiado a menudo. De hecho, la misma idea de que las críticas son
positivas o negativas sin más ya es una simplificación, porque normalmente uno
tiene relaciones más complejas con un libro o un espectáculo. En todo caso,
creo que el crítico debería ser una pieza en la cadena de diálogo que incluye
al autor, a la misma obra y al espectador. El buen crítico pone ideas en
circulación, y esas ideas son más importantes que un simple diagnóstico me
gusta-no me gusta, porque esa reducción a un estado de Facebook sólo puede
compartirse o no, pero una idea puede debatirse, replicarse, ampliarse, etc. Por
lo demás, los críticos malos son un desastre más desagradable que los autores
malos, porque en ellos hay algo subalterno, carroñero; pero un buen crítico es
alguien necesario y valiosísimo. Cuando escucho a un creador burlarse del
oficio de la crítica, así en general, me quedo bastante impresionado, porque un
crítico es un lector, un espectador. Creer que el crítico está de más conlleva
la idea implícita de que el lector o espectador también está de más, o de que
hará bien en limitarse a asentir ante la obra. No sé si una concepción así de
la cultura tiene demasiado sentido. E iré más lejos, sin llegar a la
provocación de Oscar Wilde cuando dijo que el crítico era el mayor artista: cuando
se dice que un crítico es un “escritor frustrado”, pienso que en muchos casos
es cierto, pero porque los malos críticos abundan. Un crítico no tiene por qué
ser un “escritor frustrado” porque, de hecho, el crítico escribe, ¿no? Pues que intente hacerlo bien, y a lo mejor resulta
que acaba siendo un verdadero escritor, como Cyril Connolly".
Y esto es todo, fieles seguidores, esperamos
que os haya gustado. Muchas gracias a Nadal Suau por regalarnos su tiempo y
colaboración, ¡maestro!
Foto de final de curso 2013-2014. Aquí aparece Nadal Suau acompañado de varios de sus alumnos, entre los que se incluyen tres miembros de Bernarda Ñ: Marta, Marina y Luisa. |
¡Olé ahí!
ResponderEliminarNadal, no he conocido en mi larga vida a un crítico tan cursi, tan soberbio y tan pedante como tú; y lo peor de todo es que no hay dios que entienda tus críticas.
ResponderEliminarAh, como no entiendo nada de las nuevas tecnologías, redes sociales y demás gilipolleced, no he podido identificarme.
EliminarMi nombre es Santiago Charro.