Buenas
tardes, Tanya.
– Buenas
tardes.
Bueno…
Le queríamos preguntar primero un poco sobre su origen. ¿Siempre
tuvo clara la vocación de hacer lo que está haciendo ahora?
– No,
para nada. Para nosotros los americanos, es tradición en las
escuelas hacer musicales. Entonces yo, desde que era niña, tocaba el
piano, cantaba, bailaba, hacía teatro… Aunque para mí no era una
cosa muy seria. Vengo de una familia muy intelectual. Por eso yo
pensé que tenía que decantarme por las ciencias políticas para
cambiar el mundo. Aún así, entrar en la universidad y empezar a
estudiar política me aburrió mucho. Y pensé que eso no era para
mí, y dejé de estudiar. Entonces traté de estudiar otra cosa;
aunque tampoco me gustó. Mi madre me dijo que necesitaba terminar
mis estudios, y yo sabía que tenía razón, pero no sabía qué
quería hacer; todo me aburría. Entonces ella me dijo “Me da igual
lo que estudies. ¡Quiero que te den un diploma, y que emprendas una
vida, ya! Vete fuera. Estudias eso de… teatro. A ti te gusta el
teatro”. Yo le dije que ese no era un estudio serio, pero a ella le
daba igual. Por eso, entré en los estudios de teatro de la
universidad y de repente era todo muy difícil y… ¡muy
interesante! y quedé alucinada de cosas que no sabía, de cosas que
me interesaban porque eran difíciles. Mi madre me dijo que yo no
podía ser actriz; que yo debía dirigir, mandar.
Y…
¿qué pasó? Unos años después de ser actriz, trabajando en
Europa, viajando para aquí y para allá, volví a los Estados Unidos
y me aburrí de ser actriz. Entonces pensé que mi madre tenía
razón, que ser actriz ya me aburría y que necesitaba dirigir. Y fue
ahí cuando pasé a ser directora. El actor tiene que pensar en lo
que está haciendo en cada momento; pero el director debe pensar en
toda la obra, en qué quiere decir al público. El actor no tiene que
pensar tanto en el público, no es su problema. Pero el director es
para el público; nada más. Entonces para mí era una cosa mucho más
interesante: “qué decimos tras el arte, tras el teatro”. Para
mí, dirigir una obra es una manera de provocar una discusión sobre
un asunto. Yo no quiero mostrar nada, yo quiero provocar algo;
provocar una discusión. Quizá sea muy personal, quizá sea de
teoría, quizá sea política; cada cosa es diferente. Por eso cada
producción me interesa. Yo siempre empiezo una obra con la misma
pregunta que a mí me interesa. ¿Por qué hacemos esto?, ¿qué
quiere decir esto?
Además
del teatro, ¿qué otras inquietudes o hobbies tiene?
– Me
gusta dedicarme a los animales, ayudarles. Hace veinte años o más
empecé salvando el primer perro. Poco a poco me dedicaba mucho más
a esto. De hecho, soy vegana porque no creo que tenga derecho a matar
a nadie, y me dedico mucho a los derechos de los animales. Que claro,
está también ligado con los derechos de las mujeres, los derechos
de los inmigrantes… Los derechos de los que no tienen poder. Para
mí, mis acciones y mis hobbies,
están siempre ligados a mis propias filosofías.
¿Cómo
fue el proceso de formación? ¿Tuvo el apoyo de sus familiares,
amigos…? ¿Tuvo que sacrificar algo? ¿Le ha compensado?
– Hombre,
ser artista es sacrificarlo todo. No hay tiempo para la familia, para
una pareja, para los amigos, no hay tiempo para las navidades, no hay
festivos, siempre estás en los ensayos. Estás siempre buscando un
próximo proyecto. Siempre sin dinero; nunca sabes lo que vas a
hacer. El teatro exige una dedicación completa. Y si no estás
preparado para este sacrificio, busca tu pasión; porque para mí
nunca ha sido un sacrificio. Lo he hecho siempre porque hay otra cosa
más importante para mí: el arte. Aún así, mis amigos se
enfadaron, mi familia se enfadó… Aunque bueno, a mí el arte me da
una felicidad total. Y finalmente, ellos lo entendieron o sino, no
son mis amigos.
¿Ha
tenido momentos de crisis? Y... ¿Cómo los ha superado?
– Hombre,
cada día. Cada día es un momento de crisis. [Risas]
Sí, claro. Estuve en Europa tres años al volver de los Estados
Unidos en una crisis muy, muy fuerte; porque estaba muy centrada en
otra manera de trabajar en el teatro que es mucho más física, mucho
más visual, un poco más inteligente. En Estados Unidos el teatro es
más comercial, y yo me sentí muy triste. Por eso pasé a ser
directora. La segunda crisis se debió al hecho de ser directora
durante muchos años pero nunca tener dinero para ganarme la vida
haciendo teatro de vanguardia. Después de diez años tratando de
ganarme la vida haciendo arte, me encontré en un momento de estrés
increíble y decidí cambiarla para poder sobrevivir, para poder
pagar la renta, para comer, para no tener tanto estrés. Para ello
busqué ser profesora. Pero no profesora a tiempo completo, sino tan
solo ser profesora un año, nada más. Un curso para tener dinero
para pagar la renta y continuar con mi vida profesional. Pero para
ser profesora tuve que dejar mi profesión y volver a los estudios.
Además, estaba en un momento en el cual mi carrera como profesional
estaba subiendo como la espuma, pero en una dirección que pudiera
hacer mucho más teatro comercial, el cual no quería hacer. Entonces
encontré un programa de maestría que en vez de tres años me
dejaron hacerlo en dos y me pagaron por enseñar mientras estaba
estudiando. Así lo hice gratis, aunque tuve que irme fuera de Nueva
York, dejar mi compañía de allí y toda mi vida... Después, la
idea era volver a Nueva York, enseñar un curso, continuar con mi
profesión... pero finalmente en la Universidad de Los Ángeles me
ofrecieron un puesto a tiempo completo, y como no tenía dinero,
acepté para estar allí dos años, pensando después volver a mi
profesión. Sin embargo, entré y me dieron mucha libertad. Me
apoyaron mucho para que yo pudiera ser artista al mismo tiempo y
finalmente me dijeron que si me quedaba tendría un trabajo para toda
la vida. Además de eso, me di cuenta de que a mí me encanta
enseñar, quiero mucho a los alumnos, quiero mucho a los que quieren
aprender, quiero ayudar... Y entonces, ¿qué pasa? Dedico mucho
tiempo a mis alumnos y, a veces, incluso más que a mi profesión.
Por ejemplo, mientras estoy viajando por Europa, cada día estoy
charlando con ellos por e-mail, por skype...
¿Cómo
afrontó su primer trabajo de puesta en escena como directora?
Ser
directora fue como llegar a casa. El primer día pensé “¡oh!,
ya estoy en casa, aquí es donde debo estar”. Muchas veces, aún a
día de hoy, algunos me invitan a participar como actriz en un
proyecto y aunque no me guste, pienso que es un amigo y que necesita
ayuda... entonces, lo hago.
¿Cómo
es el proceso de crear una puesta en escena? ¿Qué pasos sigue para
crear sus espectáculos? ¿Cómo lo organiza?
–Hay
un impulso, por qué hago una producción, por qué –esto es lo
primero–. Lo segundo es con quién. Lo tercero; dónde. Lo
próximo es cuándo, cuánto tiempo; y por último cuánto dinero
tenemos. Hay un montón de preguntas en este proceso. A mí, cuando
me surge un proyecto, me digo a mí misma: ya sé por qué, ya sé
cuándo, ya sé con quién, ya sé cuánto dinero; pero, ¿cómo
hacer esta producción para que sea distinta a todas las demás? Cada
uno de nosotros tenemos nuestras tendencias, las cosas que nos hacen
estar cómodos. En cambio para mí, el arte debe ser siempre un
riesgo. Entonces me prohíbo hacer eso que me resulta confortable,
esa tendencia; y me obligo a buscar otras maneras de creación de ese
producto. Eso es muy difícil porque cuando hay un problema pienso
que sé cómo arreglarlo; pero no puedo porque me he propuesto no
hacerlo fácil. Por tanto, para mí es siempre una disciplina de
empujarme a mí misma. A veces, el producto es horrible porque no
tengo las tendencias que me ayudan, pero necesito crecer como artista
y a veces para crecer tienes que hacer cosas horribles... Porque
sino, te quedas siempre con lo mismo y eso me da mucho miedo. Hay una
cosa curiosa y es que ser artista, ya sea directora o actriz es
ponerse frente a los demás. Eso implica que la gente va a juzgarte.
¿Qué
elige antes: al personaje o al actor?
- Al
actor. A mí me dan igual los personajes, no me interesan nada; no
existen. Son fantasmas de literatura. Hay una persona concreta y es
esto lo que me importa.
¿Cuál
de sus trabajos ha supuesto un mayor reto para usted? ¿Este trabajo
coincide con el proyecto que más ha disfrutado y del que más se ha
sentido satisfecha?
-
Me surgió un proyecto con un director muy conocido, Richard Foreman,
uno de los dioses de la vanguardia con el que trabajé como actriz
cuando tenía veinte años. Él cambió mi vida y para mí siempre ha
sido un maestro. Diez años después, un amigo mío decidió hacer un
festival de las obras de este maestro y me invitó para dirigir una
de sus obras preferidas porque el propio Foreman así lo quería. Y
claro, tuve miedo porque Foreman es un gurú, un maestro y una
estrella para mí. Es una persona muy directa, pero muy honesta. Por
aquella época estaba trabajando con unos actores con los que tenía
confianza porque ya habían trabajado conmigo durante unos años. Al
ser una obra tan difícil, decidí no preocuparme por ella, sino
experimentar con el elenco. Pensé en crear siguiendo mis instintos,
sin saber y sin criticar. Era un riesgo para todos nosotros, porque
no teníamos ni idea de qué estábamos haciendo en realidad.
Simplemente encontramos momentos y poco a poco construimos un mundo.
Por ello decidí no invitar a nadie al estreno. El productor me llamó
y me dijo que Foreman vendría al estreno. Yo me negué porque no
sabía qué habíamos creado exactamente. Según el productor, no me
podía negar a que el autor asistiese al estreno de su propia obra.
Al llegar el día del estreno, el maestro Foreman se encontraba en el
teatro. Yo le pregunté por qué había venido; a lo que él
respondió que no me preocupara ya que él mismo había hecho muchos
espectáculos cuando no había nadie en el público. Sin embargo,
allí estaba él, junto a un crítico importante del Village
Voice y otra persona que no conocía. El teatro se
encontraba en Nueva York. Era un teatro muy pequeño, subterráneo;
en él solo cabían unas veinte personas. Los cuatro actores
que había en el escenario se encontraban a escasos pasos del púbico,
entre ellos Foreman situado en la primera fila. Yo me escondí por
detrás del escenario, esperando a que terminase el espectáculo y a
que todos los asistentes se marcharan. Foreman, sin embargo, se quedó
en el teatro. Yo necesitaba salir a fumar y en ese momento Foreman me
cogió por el brazo y me preguntó si realmente yo había llevado a
cabo la dirección de ese espectáculo. Yo le respondí que sí. A él
le costaba creerlo, pues me había conocido en mi faceta de
actriz. Yo le di las gracias por haber venido y me despedí de él.
Aun así, él no me soltó del brazo, pues quería decirme lo
buenísima que le había parecido la representación. Al día
siguiente, el teatro estaba lleno. Yo no podía creer que tanta gente
viniera a ver mi espectáculo porque no había llamado a nadie.
Entonces pregunté a la gente por qué había venido y cómo había
sabido de la representación. Fue Foreman quien los había llamado,
diciéndoles que tenían que ver esa producción. Desde luego él ha
sido como un mentor para mí, me apoyó mucho. Y era para mí,
además, un momento para seguir mi propia voz como artista, a raíz
de que alguien como él me animara a seguir. Podría decir que sí
disfruté con este proyecto en el sentido de que arriesgué con
personas de confianza. Y sí, también me he sentido satisfecha, pues
me dio la confianza necesaria para seguir mi propia voz, aunque haya
gente a la que no le guste lo que hago. Pero yo lo acepto, porque lo
que hago no es necesariamente para todos.
Hemos
visto que en el año 2000 produjo Hamletmachine,
¿nos podría decir en qué consistió y cómo fue el proceso de
adaptación de la obra de Hamlet?
-
El texto tiene ocho páginas y yo lo reduje a dos, pues no podía
incluirlo todo. La gente me pregunta por qué no fui capaz de incluir
todo el texto si solamente son ocho páginas. La verdad es que es un
texto muy fuerte. Cuando yo tenía veinte años, y al lado del mismo
teatro en que estaba trabajando con Richard Foreman, Robert Wilson
estaba haciendo Hamletmachine, una producción muy
importante. Yo la vi y no me gustó nada, a pesar de que me encantó
el texto y de que soy una fan de Wilson. Entonces aseguré que algún
día haría esa obra porque lo que había visto había sido horrible.
Sin embargo, al entrar en los ensayos me arrepentí, porque la obra
era muy difícil. El propio dramaturgo vino desde Berlín para verme
unos días antes del estreno. Asistimos a una cena muy formal con
gente muy importante. El escritor y yo queríamos hablar, pero no
podíamos porque todos estaban asombrados ante la gran importancia de
Wilson. Finalmente, él se dirigió a mí para decirme que la obra
trataba de Ofelia. Yo le respondí que no se preocupara porque,
aunque el título de la obra es Hamletmachine, yo
ya sabía que el tema era Ofelia. Esto era muy difícil, casi me
mató. Cada año, enseño esta obra a los alumnos de mi curso de
maestría de teatro experimental, y les digo: “Tomad vuestro tiempo
cuando leáis la obra: leed una página y descansad 20 minutos”.
Ellos, en un principio, se lo toman a broma, pero les digo “es tan
fuerte el texto, que necesitaréis descansar como os digo”.
Hemos
visto que ha dirigido espectáculos en muchos países, ¿cómo ha
sido la interacción con actores de diferentes idiomas?
-
Para mí es un regalo enorme. Siempre busco irme fuera porque es otro
riesgo para mí. Esto se debe a que estoy buscando constantemente
cosas nuevas, yo no puedo estar relajada. Los idiomas, las culturas;
todo ello me empuja a encontrar nuevas cosas y, además, yo puedo
aprender muchas cosas de los demás. Esto es lo que busco…
aprender. Yo no solo quiero dar, sino también recibir.
¿Qué
faceta de su carrera le gusta más?
-
Un pintor trabaja solo, un escritor trabaja solo, el teatro necesita
gente, y esta es mi parte preferida.
¿Qué
directores y actores son sus preferidos?
-
Pina Baush es la diosa. Su muerte ha sido una pérdida enorme para el
mundo del teatro. Richard Foreman, como ya he dicho, fue mi
maestro y cambió mi vida. Yo le he llegado a decir que él es mi
padre, artísticamente hablando. Otro es Robert Wilson, también
trabajé con él, es un maestro increíble. Estos tres han cambiado
mi vida, y les estoy muy agradecida. Trato siempre de seguir su
ejemplo, pero nunca copiar su trabajo. En España hace tres años que
trabajo con Joan Font, director de Comediants, que
tiene un trabajo completamente distinto al mío, pero nos llevamos
muy bien. Él vino a ver mis proyectos, sabe que tenemos una estética
completamente diferente, pero sabe que tengo formación en Lecoq, en
máscara, en comedia del arte; juntos trabajamos en ópera y ambos
aprendemos uno del otro, nos complementamos. Él tiene más
experiencia profesional y gracias a eso yo aprendo muchas cosas;
sobre todo me enseña a manejar los egos de los cantantes.
¿Es
partidaria de las actualizaciones de los clásicos o es, más bien,
conservadora?
- Cuando
me enfrento a un clásico no me fijo en el texto, en la manera de
escenificar clásica, sino que busco utilizar las estéticas
contemporáneas para dar a conocer los clásicos, en tanto que son
universales del ser humano; son atemporales. La gente de la calle
necesita, o eso creo, estéticas de hoy en día para entender el
mensaje de los clásicos.
¿Cuál
ha sido la obra que más le ha impactado en su vida? ¿Por qué?
- Einstein
on the Beach, de Robert Wilson y Philip Glass, la he visto
dos veces. ¿Y por qué? Porque es una de las obras más importantes
de nuestro tiempo. Es buenísima.
¿
Cómo ve el panorama actual del teatro?
-
Yo estuve en una conferencia de Richard Foreman. Vi por Internet que
iba a hacer una entrevista con un crítico muy importante y todos los
jóvenes directores vinieron a escuchar al maestro a hablar del
teatro. Este crítico le pidió cuál era la panorámica del teatro
hoy en día. Foreman contestó: “¿por qué me pide esto tan
idiota? A mí no me gusta el teatro, me aburre la mayoría de cosas
que veo, son tonterías”. Todo el mundo se sorprendió. Sin
embargo, yo compartía su opinión porque en las obras teatrales
actuales no hay riesgo, no hay provocación.
¿Qué
cree que diría Shakespeare si levantara la cabeza?
-
Shakespeare podría ser un hombre de musicales, de Broadway imagino.
Hemos
visto que no para. Usted… ¿duerme? (risas)
-
Tuve un profesor, Philippe Tie, a quien un día le preguntaron: ¿qué
problemas tiene usted actualmente? Y él contestó: el problema es
que tengo que comer y no me gusta pararme para comer, ¿para qué?
Dormir, comer, lavar la ropa... Hay que fumar y trabajar. ¿Para qué
dormir? Hay una vida, y es corta; no dura mucho. Tenemos que
aprovechar todas las posibilidades que hay.
Muchísimas
gracias por todo.
-
Muchas gracias a vosotros, y gracias a la Dra. Patricia Trapero ya
que sin ella esto no habría sido posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario