13 de enero de 2015

'Discordants': Iluminación

El espacio se inició sin luz, pero a medida que se iban situando los personajes en escena, se encendían cuatro focos de luz suave, que a su vez se iban intensificando lentamente. Nada más comenzar se da un momento de angustia. La protagonista (Irene Hernández) parece estar en “prisión”, encerrada en sí misma. En ese momento la luz sólo la ilumina a ella, se centra exclusivamente en su angustia. 


Al entrar el segundo protagonista en la sala (David Teixidó), dos focos iluminan sobre los personajes, dejando el resto del espacio desprovisto de luz, solo interesa esa acción, ese encuentro inesperado de dos conocidos. El resto del espacio no importa por ahora.

El siguiente cambio de luz se da cuando ambos suben en el ascensor hacia sus respectivos apartamentos, donde solo se ilumina el ascensor, ya que es el espacio en el que se centra la atención en ese momento y por tanto se resalta iluminándolo de manera única. Sin embargo, cuando los protagonistas comparten un espacio más amplio, en el que deben desplazarse, la iluminación pasa a ser general (unos 16 focos pasan a iluminar el espacio aproximadamente). Un claro ejemplo se da cuando los protagonistas es sus respectivos apartamentos se preparan para una cita. Cada uno va ajetreado a su modo y la luz ilumina todo el espacio de la Sala Petita del Teatro Principal de Palma.

Durante esa cena, la pareja habla de varios temas y se dan momentos de angustia por parte de la protagonista. En ese momento la luz pasa de ser intensa a tener un color azulado (3 o 4 focos con filtro azul iluminan de fondo el momento de tensión, a su vez acompañados por una luz anaranjada tenue).

Tras la angustiosa noche, donde la protagonista confiesa que tiene VIH, se queda en casa de él, manteniéndose la luz azulada de fondo. Al llegar el día, se encienden unos focos intensos (18 aproximadamente), que denotan que ya están en plena mañana.
No pasa mucho más tiempo. Deciden ser pareja y vivir juntos. El protagonista teme al contagio. Ese temor hace que las luces se apaguen al pensar en ello, en la palabra “contagio”. Durante una relación sexual, aparece la luz centrada entre los tres personajes que aparecen en escena: la pareja y el “juez” (David Marín), producto de un “juego erótico”, que termina cuando supuestamente se ha roto el profiláctico. Con ello, se vuelve a la luz azulada, mientras el protagonista está en la ducha pensando en el posible contagio.

Cuando deciden ir al médico, por la mañana, la luz de los focos vuelve a ser de un amarillo intenso. Pero las angustias del protagonista, su cobardía y temor hacen que la luz se vuelva anaranjada, como si él mismo se considerara “una gallina”.
 

La luz juega con este cliché y también con el color de los “huevos” de la gallina, que en este caso se pondrían en contexto con el grado de enfrentamiento del protagonista ante tal situación. Frente a tal preocupación, el protagonista marcha a dormir dando un golpe en la mesa, lo cual hace que las luces se apaguen de golpe, dejando que fluyan sus pensamientos a lo largo de la noche.

La voz de la conciencia del protagonista se centra en él a través de un foco anaranjado. De nuevo insinuando su cobardía y temor. Así pues, con las luces vemos cómo se va jugando con las emociones y los estigmas sociales ante esta enfermedad, hasta tal punto de que aquellos que la  viven de cerca se convierten en presos en sí mismo y en personas juzgadas a cada paso, ante cada situación, repleta de dudas, especialmente para aquellos mal informados. 


Durante toda la obra se juegan con focos de luz amarilla (para el día y las escenas generales como el encuentro entre los protagonistas), naranja (color asociado al huevo de la gallina y a la propia gallina, que en este contexto indican cobardía y temor por parte del protagonista, indeciso y con falta de control sobre una situación que le sobrepasa) y de color azul (para momentos de tensión y angustia entre los protagonistas, como la ansiedad que siente la protagonista femenina y la impotencia ante su enfermedad, que hace que los demás la juzguen y no se dirijan a ella con normalidad).
Finalmente cabe destacar la iluminación “disco” que se da al final para liberar tensión, donde la conciencia parece terminar aceptando la enfermedad de la pareja que en cierto modo aprende a vivir con ello. 

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