El
espacio se inició sin luz, pero a medida que se iban situando los
personajes en escena, se encendían cuatro focos de luz suave, que a
su vez se iban intensificando lentamente. Nada más comenzar se da un
momento de angustia. La protagonista (Irene Hernández) parece estar
en “prisión”, encerrada en sí misma. En ese momento la luz sólo
la ilumina a ella, se centra exclusivamente en su angustia.
Al
entrar el segundo protagonista en la sala (David Teixidó), dos focos
iluminan sobre los personajes, dejando el resto del espacio
desprovisto de luz, solo interesa esa acción, ese encuentro
inesperado de dos conocidos. El resto del espacio no importa por
ahora.
El
siguiente cambio de luz se da cuando ambos suben en el ascensor hacia
sus respectivos apartamentos, donde solo se ilumina el ascensor, ya
que es el espacio en el que se centra la atención en ese momento y
por tanto se resalta iluminándolo de manera única. Sin embargo,
cuando los protagonistas comparten un espacio más amplio, en el que
deben desplazarse, la iluminación pasa a ser general (unos 16 focos
pasan a iluminar el espacio aproximadamente). Un claro ejemplo se da
cuando los protagonistas es sus respectivos apartamentos se preparan
para una cita. Cada uno va ajetreado a su modo y la luz ilumina todo
el espacio de la Sala
Petita del
Teatro Principal de Palma.
Durante
esa cena, la pareja habla de varios temas y se dan momentos de
angustia por parte de la protagonista. En ese momento la luz pasa de
ser intensa a tener un color azulado (3 o 4 focos con filtro azul
iluminan de fondo el momento de tensión, a su vez acompañados por
una luz anaranjada tenue).
Tras
la angustiosa noche, donde la protagonista confiesa que tiene VIH, se
queda en casa de él, manteniéndose la luz azulada de fondo. Al
llegar el día, se encienden unos focos intensos (18
aproximadamente), que denotan que ya están en plena mañana.
No
pasa mucho más tiempo. Deciden ser pareja y vivir juntos. El
protagonista teme al contagio. Ese temor hace que las luces se
apaguen al pensar en ello, en la palabra “contagio”. Durante una
relación sexual, aparece la luz centrada entre los tres personajes
que aparecen en escena: la pareja y el “juez” (David Marín),
producto de un “juego erótico”, que termina cuando supuestamente
se ha roto el profiláctico. Con ello, se vuelve a la luz azulada,
mientras el protagonista está en la ducha pensando en el posible
contagio.
Cuando
deciden ir al médico, por la mañana, la luz de los focos vuelve a
ser de un amarillo intenso. Pero las angustias del protagonista, su
cobardía y temor hacen que la luz se vuelva anaranjada, como si él
mismo se considerara “una gallina”.
La
luz juega con este cliché y también con el color de los “huevos”
de la gallina, que en este caso se pondrían en contexto con el grado
de enfrentamiento del protagonista ante tal situación. Frente a tal
preocupación, el protagonista marcha a dormir dando un golpe en la
mesa, lo cual hace que las luces se apaguen de golpe, dejando que
fluyan sus pensamientos a lo largo de la noche.
La
voz de la conciencia del protagonista se centra en él a través de
un foco anaranjado. De nuevo insinuando su cobardía y temor. Así
pues, con las luces vemos cómo se va jugando con las emociones y los
estigmas sociales ante esta enfermedad, hasta tal punto de que
aquellos que la viven de cerca se convierten en presos en sí
mismo y en personas juzgadas a cada paso, ante cada situación,
repleta de dudas, especialmente para aquellos mal informados.
Durante
toda la obra se juegan con focos de luz amarilla (para el día y las
escenas generales como el encuentro entre los protagonistas), naranja
(color asociado al huevo de la gallina y a la propia gallina, que en
este contexto indican cobardía y temor por parte del protagonista,
indeciso y con falta de control sobre una situación que le
sobrepasa) y de color azul (para momentos de tensión y angustia
entre los protagonistas, como la ansiedad que siente la protagonista
femenina y la impotencia ante su enfermedad, que hace que los demás
la juzguen y no se dirijan a ella con normalidad).
Finalmente
cabe destacar la iluminación “disco” que se da al final para
liberar tensión, donde la conciencia parece terminar aceptando la
enfermedad de la pareja que en cierto modo aprende a vivir con ello.
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